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Bitácora de Martha Cecilia Ruiz

La ausencia de las bases

La ausencia de las bases

Cuento de Martha Cecilia Ruiz
5 de junio de 2011
Ya despierta, sin abrir los ojos repasó mentalmente el camino hacia la cómoda blanca. En la gaveta derecha estaba la pistola para competencias comprada por el cobarde. Quiso incorporarse, pero no pudo. No había cama debajo de ella, tampoco sábanas, ni siquiera piso. Levitaba con todo y su mundillo de paredes cremas y ventanas con cedazo.

Más que de vista gorda, ella había vivido con obesidad mórbida en su mirada: capítulo tras capítulo obvió sus infidelidades hasta que se volvió pública en la celebración misma de su aniversario de boda.

¿Estaría loca por la vergüenza y el dolor? Estiró la mano, sintió que nadaba con el cabello convertido en sol y el camisón más suave que nunca. Buscó y encontró el control remoto trabado en la lámpara de techo, apuntó al televisor, fue entonces que notó que el aparato tampoco estaba en su lugar.
Sin gravedad, justo el día más deprimente y solitario de su vida. El vacío, siempre llega después de una gran decepción, cuando el dolor es tanto que no podés odiar y el amor o algo que se le parecía, simplemente no existe.

Sus pensamientos nocturnos, literalmente ya no tenían sentido. Hasta hace unas horas si ella moría, todos lo culparían, él mismo se impediría ser feliz.
Levitar sin nada que pese, nadar como en videoclip ochentero pero sin agua, andar de la mano de Bob Marley y su cabello rondando tu cuello, viajar en el mismo sitio. Hizo memoria de las bebidas de la noche anterior: una gaseosa sin hielo bebida directamente de la lata, una botella de agua purificada y un poco de enjuague bucal ingerido por accidente por la llegada inesperadamente puntual de la infame, la gestora de las culpas.

Pensó en las calles de su ciudad. Abatidas las personas por la incertidumbre, sin electricidad, sin teléfonos, ni Internet. Seguramente los satélites habrán salido de su órbita, ¿acaso todo por su pena, su imaginación o por un evento más de los últimos tiempos? Con esfuerzo, pero sin dolor se desplazó a su ventana favorita, desde donde notó la ausencia de la bodega construida la navidad pasada. Sonrió levemente al confirmar su advertencia, las bases resultaron insuficientes, los ladrillos de barro bailaban ante sus ojos.

Nadie notaría su ausencia, quizá el cuerpo no se descompondría nunca, o se perdería para siempre en un día en que todos esperan el juicio final. Cuando se dirigía hacia la cómoda, la sorprendieron los gritos aterradores del vecindario, se sobrepuso hasta llegar al gavetero heredado de una tía que a esa hora estaría rezando asustada porque la olvidaron en el rapto.

Abrió la gaveta, la pistola salió suavemente con gracia de bailarina. Ligera y autónoma, olvidó los planes para esa madrugada.

2 comentarios

Martha Cecilia Ruiz -

Muchísimas gracias Sasha, lamento contestar hasta ahora tu mensaje. Pero en el tiempo, tus palabras me llenan de motivación para seguir escribiendo. Abrazos desde Managua. espero noticias tuyas.

sasha -

Me gustó el cuento Martha, muy buena. Casi me imaginaba en el mismo cuarto y flotando al lado de la sra. Cuando los sentimientos nos agobian parece que llegamos a un estado en el que desaparece todo y solo que el espacio en el que existimos.
Felicidades!