Nicaragua y la niñez huérfana por el VIH
Por Martha Cecilia Ruiz
El que Nicaragua reporte las cifras más bajas de personas afectadas por el VIH/SIDA en la región, proporciona un falso sentido de seguridad nacional sobre el control de la epidemia, que en lugar de frenarla podría facilitar el incremento de la misma.
Organizaciones nacionales e internacionales han alertado sobre el problema del sub registro, las conductas sexuales de alto riesgo y la falta de una adecuada educación sexual en la población nicaragüense, lo que en el futuro podría transformarse en grandes sectores afectados por la epidemia y un elevado número de huérfanos a causa de la misma.
Al igual que el mito “del país más seguro de Centroamérica”, no nos protege de un asalto, una estafa o cualquier otro delito, la idea de tener el menor número de afectados por el VIH tampoco nos protege automáticamente de la enfermedad. Durante la vigilia cultural de solidaridad con los familiares de fallecidos por el VIH y con las personas que viven con esta enfermedad -realizada hace poco en un parque capitalino- se mencionó no sólo la necesidad de trabajar en la prevención, sino también sobre la urgencia de luchar contra la estigmatización y discriminación de los afectados y de sus familias, especialmente de sus hijos e hijas.
Datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) revelan que hasta el 2003, 14 millones de niños y niñas menores de 15 años habían perdido a un progenitor o a los dos por causa del VIH/SIDA, el número sigue aumentando. Y seguirá creciendo durante al menos la próxima década, aun cuando no se produjeran nuevas infecciones. Para el año 2010, se calcula que el número de huérfanos por causa de la enfermedad puede llegar a 25 millones.
A medida que la epidemia se extiende la cantidad de niños, niñas y adolescentes huérfanos también se incrementa. Está en nuestras manos trabajar juntos, teniendo en cuenta a las personas que conviven con la enfermedad y a sus familias como ejes importantes para la prevención, para la creación de redes de solidaridad y para la toma de decisiones de manera conjunta y responsable, tanto en el Estado, en las organizaciones de la sociedad civil, como en nuestra vida cotidiana.
Es urgente informar especialmente a los más jóvenes sobre el uso de condones, hablar sin miedo de salud reproductiva, desde una perspectiva educadora, no recriminatoria, ni moralista. Promover campañas para la difusión y el respeto de los derechos sexuales de las mujeres de todas las edades, son entre otras las medidas urgentes a tomar en cuenta. No se trata de un simple asunto de salud, de sexualidad, de lástima o miedo, es un problema que afecta la vida de millones de personas de todas las edades en el goce de sus derechos humanos. Una situación ante la cual todas y todos tenemos responsabilidades.
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