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Bitácora de Martha Cecilia Ruiz

Las hijas de casa y los no nacidos

Las hijas de casa y los no nacidos

  “No sé leer ni escribir, me pagan doscientos córdobas y al final del mes no me queda nada después de pagarle los trapos viejos que me vende la señora. Para remate, el patrón me ha estado acosando, esas miradas perversas me hacen temblar, siento que uno de estos días va a entrar a mi cuarto a medianoche y me imagino que se me tira encima, me clava sus manos y hasta allí van a llegar todos mis sueños”. (Testimonio recopilado por la periodista Marta Marina González en el Primer Foro Departamental de Trabajo Infantil Doméstico. Estelí, octubre 2005)

A propósito del día del no nacido, convendría reflexionar sobre el tratamiento de la sociedad nicaragüense a niñas y niños ya nacidos. Preguntar qué pasa con el 40% de la población de este país que es menor de 15 años y que en su mayoría está expuesta a la pobreza, a todas las formas de maltrato físico y sicológico, y a la explotación laboral y sexual.

Por ejemplo, “Las hijas de casa”, eufemismo con el que se nombra a niñas víctimas de explotación laboral doméstica, muchas veces se ven obligadas a sobrellevar un embarazo impuesto a partir de una violación de su patrón, del hijo de éste o hasta de su propio padre.

Aun aquellas que no son abusadas sexualmente se ven sometidas a la violencia física y sicológica, a la separación de sus familias, y a largas jornadas laborales que afectan su desarrollo físico y emocional. “Las hijas de casa” constituyen una tradición de numerosas familias que con el pretexto de brindar techo y comida toman a niñas de escasos recursos económicos y las explotan como empleadas domésticas.

El problema a nivel social es tal que los patrones están convencidos de que les ayudan --aunque les paguen menos que a una trabajadora adulta-- porque “las apoyan en los estudios”, y es así que el estudio, un derecho, se convierte en obra de beneficencia y el derecho al juego y la recreación de la niña en irresponsabilidad laboral.

Que una niña trabaje para ayudar a su familia no es mal visto en un país donde uno de cada cuatro menores de 14 años vive sólo con su madre, porque el padre lo abandonó o tiene otra familia. Ése es precisamente el padre que tampoco se menciona cuando de no nacidos o de aborto se habla.

El trabajo infantil es una realidad que afecta a 250 millones de niños y niñas de 5 a 17 años en el mundo. Se calcula que dos millones y medio están en Centroamérica. En Nicaragua, la Encuesta de Hogares a Nivel Urbano y Rural de 2000, registraba a más de 300 mil niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años trabajando. Se contabilizan que más de 25 mil niñas y adolescentes mujeres están dedicadas al trabajo infantil doméstico y más de 300 mil laboran en diferentes actividades catalogadas como peores formas de trabajo infantil.

El Estado de Nicaragua se ha mostrado incapaz de asumir su responsabilidad de proteger a la niñez de los riesgos derivados de una situación económica precaria, y los esfuerzos desde la sociedad civil resultan insuficientes en una sociedad machista, adultista y de doble moral.

Antes de culpar a las mujeres y niñas que no desean o no pueden llevar a buen término un embarazo, convendría revisar cuáles son las oportunidades para las ya nacidas en este país. No tendría ningún sentido marchar por los no nacidos si antes en cada casa, en cada calle y en cada comunidad no se garantizaran los derechos humanos de cada niña y cada adolescente, especialmente el derecho a una vida libre de violencia intrafamiliar y sexual.

Originalmente publicado en El Nuevo Diario

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